En los albores de la carrera espacial entre Estados Unidos y la Unión Soviética un radioaficionado escuchó a un astronauta pedir en forma angustiada “por favor sáquenme de aquí, sáquenme de aquí”. Al parecer se trataba de alguien que estaba orbitando la tierra y no podía volver a ella.
Luego de captar el mensaje y los esfuerzos fallidos para tomar contacto con el viajero espacial, el radioaficionado investigó el hecho y descubrió que una situación similar había realmente ocurrido, pero lo curioso es que había sucedido hacía dos años.
Una canción de Silvio Rodríguez dice: “¿A dónde van las palabras que no se quedaron?. ¿A dónde van las miradas que un día partieron?. ¿Acaso flotan eternas, como prisioneras de un ventarrón?. ¿O se acurrucan, entre las endijas, buscando calor?. ¿Acaso ruedan sobre los cristales, cual gotas de lluvia que quieren pasar?. ¿Acaso nunca vuelven a ser algo?. ¿Acaso se van?. ¿Y a dónde van?. ¿A dónde van?.
Quizás por mucho tiempo sea una gran incógnita, pero lo cierto es que muchas veces las palabras dirigidas a un determinado receptor no son escuchadas por éste o sencillamente no llegan a destinatario. ¿A dónde irán?.
Algunas, por supuesto, llegan a pesar de la adversidad.
El historiador Marc Ferro en una entrevista realizada en el programa Una Belleza Nueva de Televisión Nacional, en octubre de 2006, decía que no hay grandes logros sociales en
el Siglo XX, pero que el más significativo era el término del aparthei, no exento de enfrentamientos, torturas y muertes, pero que al final se llegó a un acuerdo y hoy conviven en forma pacífica en Sudáfrica blancos y negros.
El CENSO de 1813 realizado en Chile (Imprenta Chile, Edición del 15 de enero de 1953,
Página 50), señala que en la Provincia de Copiapó existían en ese entonces 823 mestizos y 1.146 mestizas, 603 mulatos y 836 mulatas y 61 negros 119 negras, según el rubro Origen y Castas. También indica que existían 199 criados libres y 160 esclavos; lamentablemente los fríos números no nos indican de que raza eran los criados y los esclavos, ni tampoco en que trabajaban los mestizos, mulatos y negros, menos aún cuales eran sus aspiraciones, como pensaban o que sentían. Quizás si tuviéramos las respuestas a estas interrogantes podríamos determinar que pasó con sus descendientes, si es que los hubo. ¿Qué paso con su cultura?. ¿Dónde están sus genes?. ¿Se mezclaron con españoles y chilenos?. ¿Emigraron porque el clima les fue adverso o por razones de trabajo?. ¿Por qué desaparecieron o fueron exterminados?. Si diéramos una mirada acuciosa de nuestra actual población, ¿distinguiríamos algunos rasgos propios de la raza negra?.
En la sociedad chilena cada día se reconoce más a los diferentes pueblos originarios que habitan el territorio, a las corrientes de opinión o a las minorías ideológicas y políticas, salvo excepciones como son los “neonazis criollos”, porque algunos parlamentarios han planteado que debe existir una ley especial que los prohíba; pero en general, se respeta una diversidad en las diferentes áreas del quehacer país.
Se reconoce su existencia, sus derechos y se proponen alternativas o mecanismos para, por ejemplo, terminar con el sistema binominal que no permite la representación de ciertas minorías en el Parlamento, es decir, el problema no es su reconocimiento sino el hecho que sus opiniones, sus propuestas, sus palabras no son escuchadas.
Los ecologistas nos opusimos y oponemos al megaproyecto Pascua Lama y Aldebarán, por citar algunos casos, sin embargo, ambos proyectos serán ejecutados porque la autoridad pertinente aprobó su realización a pesar que un número significativo de habitantes no estuvo ni está de acuerdo. Más recientemente, manifestamos que era necesario impulsar las Energías Renovables No Convencionales (ERNC), en contraposición a la energía nuclear, no obstante, el Gobierno ya ordenó un estudio para ver la factibilidad de explotar la energía nuclear en Chile.
No está en cuestionamiento el reconocimiento de una corriente de opinión o la existencia de ecologistas y ambientalistas, sino el hecho que nadie escucha.
Ejemplos hay muchos: el Transantiago, las escasez de agua en Atacama, la contaminación de Bahía Inglesa, los innumerables accidentes de camiones trasportando elementos tóxicos porque existe una estructura vial deficiente y tantos otros.
¿A dónde van las palabras?. ¿Acaso nunca vuelven hacer algo?. ¿A dónde van?. ¿Cómo hacer para que estas palabras sean escuchadas?.
Ignoramos si el astronauta logró ingresar a la atmósfera terrestre y vivir sus últimos días en la tierra o si murió en el intento, pero sus palabras se escuchaban dos años después de su dramático llamado y es posible que hayan servido para los vuelos espaciales que permitieron conquistar la luna y luego, posiblemente, Marte.
¿Y dónde se fue el “te quiero” de ese negro que en 1813 confesó su amor apasionado?.
Quizás si escucháramos, la diversidad tendría mayores logros, más alternativas de subsistir no como mera expresión de reconocimiento, sino como un aporte real al desarrollo y progreso de Atacama y de Chile.
¿Adónde van las palabras? Si acaso se van.
Copiapó, Marzo 2007.
Jorge Oporto Marín. Periodista.
Presidente Grupo Acción Ecológica de Atacama (GAEDA).
Este trabajo fue presentado en el encuentro de Bio Diversidad Cuiltural , el 27 y 28 de marzo en Copiapó